El equipo albiceleste no perdía ante la Roja desde hace 69 años.
No alcanzó con el talento de Facundo Campazzo. Imagen: Prensa CAB
La inesperada derrota del domingo del seleccionado argentino de básquetbol ante Chile por 79 a 77 en un partido de clasificación para la AmeriCup 2025 no sólo siembra una señal de alerta para el futuro, sino que obliga a revisar conceptos respecto de si la actual estructura del staff técnico alcanza para seguir dominando en la región.
Aun cuando el resultado dejó a todos los equipos de la zona A en igualdad de condiciones (Colombia y Venezuela también ostentan un triunfo y una derrota en las dos primeras presentaciones), la inconstrastable realidad marca que el combinado albiceleste está lejos de sentar supremacía en el continente.
Las derrotas ante República Dominicana en Mar del Plata, que dejó al equipo fuera del último Mundial, y ante Bahamas en Santiago del Estero, que lo eliminó de los Preolímpicos para París 2024, ya habían generado síntomas de preocupación y la clara evidencia de que la famosa ‘Generación Dorada’ del básquetbol argentino es etapa concluida.
Independientemente de ello, a la Argentina le bastaba, con la jerarquía de sus individualidades y con las ráfagas que imponían por pasajes jugadores de la talla de Facundo Campazzo o Gabriel Deck para cantar victoria ante adversarios de segundo o tercer nivel en el plano continental. En la noche del domingo perdió frente a un combinado que figura en la posición 62 del ranking mundial y con el que no se perdía desde hace 69 años.
La transición y el recambio asoma mucho más complejo de lo esperado. Los motivos son variados pero –indudablemente- no todo es atribuible a la mejoría que experimentaron los seleccionados sudamericanos que antes exhibían niveles menos competitivos.
¿Los basquetbolistas asumen compromiso en las convocatorias? Sí. Y ya dieron muestras suficientes de subirse a aviones para cruzar el Océano Atlántico, sin descanso y con variados minutos de rodaje en sus respectivos equipos. Caerle a los jugadores, más allá de los errores que cometen en acciones inherentes al juego en sí, estribaría en una cuestión desmedida, por lo menos, en lo relativo a su esfuerzo y a su motivación por ponerse la camiseta celeste y blanca.
¿La conducción técnica, con Pablo Prigioni como cabeza principal, merece una atención más exclusiva? Tal vez haya llegado el tiempo de disponer de un entrenador ‘full-time’ y no que un componente del staff, como en este caso Herman Mandole, esté provisoriamente al frente del equipo. No es por objetar al cordobés de Río Tercero, que ostenta sus compromisos laborales con los Minnesota Timberwolves de la NBA y no goza de los pertinentes permisos para liberarse en todas las fechas, pero este momento de la Selección obliga –según parece- a una dedicación completa.
En nota concedida a la agencia Télam hace algunos días, Nicolás Casalánguida, quien se sumó al staff técnico por pedido expreso del propio Prigioni para atender “las cuestiones defensivas” del equipo, había manifestado: “El peor error que podemos cometer es subestimar a Chile, un seleccionado en crecimiento”. ¿El equipo argentino subestimó a su par chileno? De ninguna manera, pero sí es cierto que cometió equivocaciones impropias de un elenco de su jerarquía, aun cuando las mieles del podio a nivel internacional sean hoy gratos recuerdos de otros períodos.
Si un equipo no defiende con orden, está condenado a sufrir en tablero propio. Y en la noche del domingo, con el simple argumento de ubicar el balón en el poste bajo como receta central, Chile le endosó 53 puntos solamente en el primer tiempo. Y el pivote Manny Suárez (FC Kalev, Estonia), en la doble fecha, se convirtió en referencia de la ‘Roja’, con un balance de 54 tantos y 21 rebotes.
¿La dirigencia del básquetbol argentino queda indemne tras esta sucesión de frustraciones? No debería, porque es la principal responsable de la debacle de la actividad a nivel doméstico, con una Liga Nacional (LNB) de tribunas vacías, competencia en horarios insólitos y que no aportó ningún jugador en esta convocatoria como no lo hace habitualmente, más allá de algún llamado esporádico (caso Tayavek Gallizzi) de un año a la actualidad.
En esta ocasión no salieron a la luz cuestionamientos por temas de logística en viajes u hotelería como sí ocurrió, por ejemplo, allá por agosto de 2022, en el medio de una ventana para clasificación al Mundial 2023. Lo cierto es que la dirigencia del básquetbol argentino, al margen del cambio de nombres, parece lejos de los procesos y ciclos que encabezaron diferentes entrenadores a lo largo de las primeras dos décadas de este siglo.